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Fede

Tu selva





Estás sentado en la grupa de un elefante indio, siguiendo la cadencia de sus articulaciones con tus pies descalzos sobre su cuello, atravesando una selva frondosa con mil silbos anónimos de pájaros salvajes.


Enseguida llegas a una especie de palacio de piedra abandonado hace milenios. La Naturaleza ha integrado al palacio entre sus lianas y su vegetación. El elefante camina despacio y, de cuando en cuando, mueve sus orejas al compás de un ritmo que late en tu interior.


A lo lejos vislumbras una figura femenina levemente cubierta por un vestido de lino blanco. El elefante orienta su trayectoria hacia ese punto y te parece que sus pasos ya apenas tocan el suelo. Cuando te acercas descubres a una mujer de ojos negros que te está esperando desde el principio de tu Tiempo. Ella te sonríe con la mirada y te muestra las palmas de sus manos. Piensas en atraerla y entonces el elefante la coge con su trompa y la sienta fácilmente con las piernas abiertas sobre ti. El elefante reemprende su marcha lenta. Ahora estás tan cerca que tu cuerpo obra por sí solo. Te fijas en sus labios gruesos y húmedos. Te subes en el vuelo de su pelo largo, negro y fino, que se mueve por su cara y su torso de acuerdo a la armonía con la que imprimes tus caricias. Reúnes sus senos ovalados hasta que sus pezones oscuros apuntan hacia el cielo, a través de su vestido semitransparente. En ese instante, tú y el elefante experimentáis una misma erección y, a medida que tu sexo crece, el de ella se inserta en ti con la ductilidad con la que una cobra se traga un ratón de campo. Ella se arquea hacia atrás y dobla hacia sí la trompa del elefante que ahora es suave como tu sexo. La lleva a su boca y tú sientes un temblor infinito.


Os vais alejando entre el follaje de esa selva mientras la distancia confunde vuestras figuras que ya es sólo una. Y te pierdes para siempre.

Nunca se supo más de ti.

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